Que no te reduzcan a una anécdota

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Al ver los análisis que se hacen de los debates políticos pienso en un comentario que me hizo el responsable de un gran centro deportivo en Alicante. Debo decir que las instalaciones a las que me refiero son estupendas, modernas, nuevas, limpias y con un equipo de profesionales bien preparado. Sin embargo, este responsable me decía que todo eso podía venirse abajo por la foto de un papel tirado en el suelo que uno de los usuarios pudiese subir a Twitter o a una Red Social. Un buen trabajo podría verse muy devaluado por culpa de un hecho anecdótico (intencionado o no) que empezase a circular por dospuntocerolandia.

Digo que los debates políticos me recuerdan a situaciones como las de ese centro deportivo porque últimamente parece que estamos más centrados en buscar lo accesorio, lo superficial, lo raro, lo anecdótico que lo general, lo que realmente tiene sustancia. Igual que hacían algunos en el colegio, estamos empeñados en encontrar el error del profesor que en apreciar lo que nos puede enseñar.

En estas semana de campaña electoral he escuchado hablar mucho sobre corbatas, sobre movimiento de manos, sobre sudor, sobre errores perfectamente aceptables cuando te pasas el día diciendo y haciendo cosas, sobre frases sacadas de contexto. Sin embargo, en muy pocas ocasiones he visto cosas que realmente me transmitan que los candidatos son fiables y valiosos. Quizás es que realmente la mayoría de los políticos son irrelevantes y perfectamente sustituibles y por eso se centran en el «envase», en los efectos de luz y sonido. Si es así, deberíamos hacérnoslo mirar.

Pero lo más triste de todo es que esa tendencia a reducirnos a una anécdota, a un error, a una imagen o comentario sacado de contexto ha acabado formando parte de nuestra vida personal y profesional.

Es muy triste e injusto que la trayectoria brillante, fiable y valiosa de un profesional corra el riesgo de caer en desgracia por un tuit o una foto poco adecuada o, algo peor, perfectamente normal pero interpretada de forma retorcida por quien la observa. Esto ha ocurrido siempre. En las entrevistas de trabajo pueden descalificarte porque el interrogador que te toca considera que un gesto o una respuesta no se ajusta a lo que espera o, todavía más grave, a sus valores o creencias… aunque luego lo justifiquen con extraños argumentos psicológicos.

Internet se ha convertido en el reino de la anécdota. Va todo tan rápido y la información es tan breve que todo es (mal)interpretable. Si encima eliminamos el lenguaje no verbal, el tono de voz o el entorno, entonces cualquier cosa que se comunique se convierte en un campo de minas. Pero además es que nos relacionamos con gente que no nos conoce aunque les llamemos «amigos», gente que te va a juzgar por las briznas de información que aportes y que además ya llega adulterada porque tu te has preocupado de mostrar sólo lo que consideras necesario.


Así que, a falta de información y de datos más completos, nuestra tendencia es a llenar los huecos. Cogemos las piezas sueltas que encontramos y componemos una figura que tiene más de nosotros mismos y de nuestras neuras que de realidad.

Todo esto es un problema cuando hablamos de Marca Personal porque la etiqueta que te van a colgar (no lo dudes, lo van a hacer) va a depender de un número muy reducido de impactos y muchos de los cuales no van a llegar a través de ti. Pero tras un problema hay una oportunidad y por eso existe el Branding Personal o la gestión de tus acciones para generar el recuerdo que más se ajuste a lo que realmente eres.

El Branding Personal lo que pretende es reducir esos errores del sistema. Su propósito es conseguir que la huella que dejes se ajuste lo máximo posible a tu auténtica personalidad manejando las variables que tienes a tu alcance. Vale, ya sabemos que no vas a tener toda la atención deseable, pero por eso debes tener claro qué debes hacer para aprovechar al máximo las oportunidades que tienes de captar la atención de los demás y de reducir el «ruido» o la información poco ajustada a tu identidad.

Pero al mismo tiempo, mi intención desde el primer día ha sido la de conseguir que lo que se valore de las personas no sea el «envase», la superficie, la anécdota, el papel en el suelo, sino lo realmente valioso. Por eso cada día insisto más en que debemos esforzarnos por demostrar lo que hemos hecho y lo que somos capaces de hacer. De esa manera el peso de nuestras cualidades, valores y fortalezas deberían ocupar un lugar más importante que el aspecto que presentamos (salvo que seas modelo).

Soy consciente de que vamos a seguir siendo juzgados, etiquetados y posiblemente descalificados por cuestiones anecdóticas, pero por una parte nuestra obligación es hacer lo posible para que lo circunstancial sea poco relevante y por otra parte, deberemos empezar a detectar y huir de quienes basan sus decisiones en algo tan superficial.





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