Profesionales, ¿hijos o proveedores?

Debemos evitar la fuga de talento

Tenemos que retener a los buenos empleados

Debemos controlar mejor a nuestros recursos humanos

Nuestra obligación es hacer feliz a nuestra gente

Necesitamos trabajadores comprometidos con nuestra misión

Hay que limitar el uso de herramientas que faciliten la comunicación

Tenemos la obligación de educar y formar a nuestra plantilla

QueridoLiderSi no estuviésemos acostumbrados a escuchar esas frases u otras similares, podríamos pensar que están sacadas de un discurso de Kim Jong-il o el Querido Líder de Corea del Norte. Esa mezcla de conceptos en los que se mezcla el control, la actitud positiva, la lealtad y el miedo a la evasión es habitual en muchas presentaciones de los departamentos de R2H2.

Por otra parte parece que, para compensar, se está extendiendo esa tendencia a la imposición de la felicidad en formato industrial que parece que se ha puesto de moda y en la que coinciden algunas empresas y algunos estados.

En los últimos días he tenido algunos encuentros con profesionales del mundo de la gestión de personas y me he sentido como Marty McFly en Regreso al Futuro. Los mensajes parecen no ya de antes de la crisis sino de los años ochenta.

Desgraciadamente esa forma de plantear las relaciones con los profesionales no es algo del pasado. Parecía que la crisis nos había enseñado algo sobre la nueva forma de entender las relaciones entre profesionales y empresas pero, por lo que veo, lo que está sucediendo es más bien todo lo contrario.

De esos encuentros salí con una idea: No han aprendido nada.

Estos últimos años, he tenido la esperanza de que cambiase esa visión paternalista de las relaciones de las empresas y sus profesionales. El miércoles fue el día del padre y los que tenemos hijos sabemos que poco a poco debemos cederles parcelas de libertad y dejar que se equivoquen y que aprendan a ser felices por ellos mismos porque tarde o temprano se irán. Pero nuestros hijos saben que siempre estaremos con ellos.


Sin embargo, en el mundo empresarial sólo ha quedado la parte chunga del comportamiento de padre. Hace mucho tiempo que sabemos que sólo nos tendrán «en su casa» mientras les interese a ellos y cumplamos sus normas «esta empresa no es un hotel y si no te gusta ahí tienes las maletas». Sólo podremos tener los «amigos» que a ellos les gusten y eso de salir y de que te conozcan por ahí, nada de nada.

Pero eso si, de vez en cuando contratarán a un experto en Felicidad para que te dé una conferencia y te dirán que se preocupan por ti… hasta el próximo ERE. Esa tendencia a mezclar lo emocional y lo profesional me parece, además de peligrosa, un terrible chantaje emocional. Las personas sintonizamos con otras personas no con sociedades anónimas. Eso de enamorarse de una empresa es algo enfermizo, fetichista y patológico.

¿Y por qué me fastidia todo esto? Pues por una razón muy sencilla. Mi intención desde que empecé con todo esto fue cambiar las cosas. Lo que he tenido en mente desde el primer día es que los profesionales somos autónomos (aunque tengas una nomina), responsables y capaces de gestionar nuestra profesión como nuestro negocio y nuestro trabajo como nuestro producto. Debemos encontrar clientes con los que se pueda trabajar y con quién estaremos mientras ambas partes cumplan lo pactado.

¿Eso significa que debemos eliminar el factor emocional en el trabajo? De ninguna manera. Creo que es posible ser feliz en una empresa, tener amigos y disfrutar con lo que hacemos, pero eso es responsabilidad de cada uno y no debería venderse en paquetes de formación como si se tratase de cursos de Excel para principiantes.

Creo que hace mucho tiempo que las empresas dejaron de cumplir con su obligación como «padres», así que deberían dejar de tratar a los profesionales como a hijos. Creo que sería todo más sano, eficaz y humano si en las relaciones con las empresas, los profesionales nos comportásemos como proveedores de servicios. Durante mis años como jefe de compras he mantenido relaciones excelentes con mis proveedores, sin embargo, siempre hemos sabido cual era la responsabilidad de cada parte.

Cuando a un profesional se le considera como a un proveedor y no como a un «hijo adoptado», no tiene sentido hablar de fugas, de retención, de limitar el acceso a Internet, de hacer feliz o incluso de compromiso. Hay que hablar de eficacia, de cumplir con lo pactado y de desarrollarse cada día para beneficio propio y de la empresa que le contrata.

Pero ahí está el problema y, por eso, cada día tengo menos esperanzas de que el Branding Personal encaje en la mayoría de las empresas de nuestro país. Aunque las organizaciones hagan una gestión paternalista de los profesionales («tu perteneces a tu empresa»), en realidad hace mucho tiempo que los ven y tratan como proveedores cuando no como elementos sospechosos con tendencia a venderse al «enemigo». Son como elementos extraños y rebeldes que lo que necesitan es un «hermano mayor«.

En cualquier presentación de un «experto en personas» no faltarán los cuadros en los que se clasifica a los profesionales de todas las formas posibles, que si Millenials, que si Generación X, que si nativos digitales, que si… Y eso es justo lo contrario a potenciar la individualidad de cada persona que trato de transmitir con el concepto de Marca Personal desde hace años. No se busca la singularidad sino la uniformidad. Y eso no se hace con un hijo.

Un proveedor es alguien a quien pagas para que te proporcione un producto o servicio, pero no vas a ayudarle a que sea más fuerte o influyente. Por eso las empresas no quieren que los profesionales desarrollen una Marca Personal reconocida como valiosa. R2H2 está en el negocio de las compras y el Branding Personal en el de las ventas y por eso son difíciles de conciliar.

Desde su punto de vista tiene lógica que tu cliente-empresa no te dé herramientas para que aumente tu influencia y poder (aunque les beneficie también a ellos) pero si la relación no es personal y son sólo negocios no me hables de amor y compromiso emocional.

Los responsables de selección son sólo un tipo de Jefes de Compras. Por lo tanto, una entrevista de trabajo es una negociación comercial y no una charla entre amigos. Cuando entras a formar parte de una organización, lo que ocurre es que tu empresa YO S.A. tiene su sede en el cubículo o en la mesa que te den, pero sigues siendo un profesional que vende sus servicios a alguien que te paga con una nómina en vez de con una factura.

El Branding Personal ayuda a los profesionales a ser autosuficientes y eso no gusta a las empresas aunque presuman de lo contrario.

Así que ¿Qué tal si a partir de ahora hablamos de negocios? (Lo de la felicidad es responsabilidad mía, gracias)





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