Conversar sólo es una opción

Hace unos días charlando con mi editor surgió la posibilidad de escribir un nuevo libro. Así que ni me lo pensé y ya estoy en ello. En esta ocasión, mi intención es centrarme menos en cuestiones estratégicas o conceptuales y crear un libro muy práctico sobre las formas en las que un profesional puede hacerse visible y notorio.

Lo primero que he hecho ha sido dedicar un tiempo a planificar con detalle lo que quiero escribir y recopilar información y notas sobre los diferentes temas que quiero tocar. En este momento ya estoy cumpliendo con mi cuota de palabras diarias y la cosa va a buen ritmo.

Una de las mejores cosas que suceden al escribir es que aprendes y, sobre todo, te ayuda a poner las ideas en orden. En esta ocasión no es diferente y estoy viendo claramente algunas de las cuestiones que vengo observando desde hace mucho tiempo y que siempre he expresado aquí. Pero lo explicaré con un ejemplo personal.

Como seguramente sabrás porque lo digo con frecuencia, yo he vivido los mejores años de mi vida en Alicante. Uno de los recuerdos menos agradables de aquellos tiempos tiene que ver con el verano. Recuerdo que mi madre nos levantaba muy temprano para ir a la Playa del Postiguet (Pero sobre todo para cansarnos y no tenernos todo el día como energúmenos en casa). Justo antes de llegar a la playa está la Explanada, uno de los símbolos de Alicante. Aquella recta con dibujos de curvas de colores que a mi me parecía interminable era mucho más que la última etapa de nuestro viaje diario.

La Explanada era una forma de llegar a mi destino, pero también es un símbolo de la ciudad o un lugar en el que se venden cosas o un sitio en el que sentarse a tomar un helado y relajarse o un sitio en el que actúan orquestas y se hacen presentaciones o incluso un escaparate en el que se conoce gente o incluso se liga. Puede ser muchas cosas más y sería absurdo reducirlo a una sola.


Al escribir en el libro sobre los aspectos más dospuntocero de la visibilidad comprobé o más bien recordé que el uso de cada herramienta depende siempre de los objetivos que pretendas conseguir. Si te olvidas de esto y te dejas llevar por lo que otros te dicen que debes hacer, entonces estás perdido.

La Red no es muy diferente de la Explanada, sólo son vías de comunicación o lugares en los que se pueden realizar muchas actividades. Si te quedas con una de ellas estarás desaprovechando sus posibilidades o algo peor, desviándote de tus objetivos. Si lo que quería mi madre era llegar a la Playa era absurdo que nos sentásemos en una de aquellas sillas de colores a conversar con los paseantes (pocos a esas horas de la mañana).

Siempre he sido muy crítico con la obsesión por convertir dospuntocerolandia en un lugar de conversación y de tertulia. No digo que no lo sea, pero es mucho más que eso. Recuerdo que una vecina mayor me contaba que la Explanada era un sitio en el que iba con sus amigas a ver pasar a los chicos para ligar. Eso también puede hacerse en La Red. Y también relajarse viendo lo que ocurre y vender y escuchar música y mostrar lo que puedes hacer y…

A medida que escribo el libro me doy cuenta que al obsesionarse en elegir una de las posibilidades que ofrece La Red y algo peor, despreciar a quienes tratan de encontrar otros usos más útiles para sus objetivos estamos reduciendo sus posibilidades. Esa obligación de conversar y de mantener siempre el buen rollo y la sonrisa virtual puede acabar convirtiéndose en algo odioso del mismo modo que recorrer aquel último tramo de colores casi consigue que le cogiese manía a la playa.

La Red no es más que otro canal de comunicación en el que pueden hacerse muchas cosas igual que con un teléfono, un escenario o la Explanada en Alicante. Si lo que quiere (y debe) hacer alguien es mostrar su trabajo o divertirse o sentirse acompañado o presumir para ligar o hacer negocios me parece absurdo que llegue un fundamentalista y diga que hay que conversar si o si.





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