En demasiadas ocasiones veo muertos

Con frecuencia, en los documentales sobre las grandes hazañas del alpinismo, hablan sobre aquellos que no lo consiguieron y murieron cerca de la cumbre. Muchos escaladores, al límite de sus fuerzas, decidieron dejarse morir entre la nieve. Dicen que es una muerte dulce, pero no deja de ser una muerte.

En las últimas semanas me estoy encontrando con buenos amigos que están dejándose morir profesionalmente. Se trata de personas que montaron pequeños negocios o que alcanzaron posiciones importantes en empresas y se han quedado fuera. Pero, como a esos desgraciados alpinistas de los «ochomiles» la crisis les ha dejado sin fuerzas para subir a la cumbre o para bajar al campamento base.

Hace pocos días estuve charlando con uno de esos excelentes profesionales y mejor persona y amigo. Es una de esas personas que me apoyaron y me dieron «trabajos alimenticios» cuando más lo necesitaba. Ha dado trabajo a mucha gente como yo, es una de esas personas que realizan su oficio con maestría, pero el otro día me lo encontré preparando su Curriculum y manteniendo la empresa con una sola persona, él.

Pero no es el único caso, hay mucha gente de la generación de la guerra (de las galaxias) que como Leonardo di Caprio en Titanic está a punto de soltarse de la tabla. También está ocurriendo con gente más joven (lo veo constantemente en universidades y escuelas de negocio). Han decidido rendirse sin luchar.

Supongo que quizás podrían haber tomado medidas antes. Podrían haber desarrollado una oferta más innovadora. Podían haber ampliado la cartera de clientes. No lo hicieron. Pero siempre se puede empezar a hacer algo. Y ahí surge el problema.


Cuando les pregunto sobre lo que están haciendo para cambiar las cosas, me dicen que no están haciendo nada. En parte porque están bloqueados y no saben por donde tirar o desconocen las opciones. Pero lo peor es que en muchos casos, la respuesta es: «Es que eso del networking no va conmigo», «Escribir un blog es muy pesado», «Crear cosas nuevas es muy dificil», «Soy muy mayor para eso de Internet», «Nunca me ha gustado vender»,… Y mientras tanto, el tiempo pasa y las fuerzas (y los clientes) les abandonan.

Me dicen que yo tengo suerte, (¡¡¡Suerte!!!) pero de lo que no se dan cuenta es que llevo seis años haciendo de «mosca cojonera», que las he pasado putas, que he gritado en el desierto hasta quedarme afónico. Y es que la clave está ahí, en empezar, y a partir de ahí, aguantar. No hay otro camino (N.E.N.A.: No Existe Ninguna Alternativa).

Me parece que mucha gente no se da cuenta que lo que les propongo no es una opción, quizás lo fue hasta hace poco, pero ahora es obligatorio (o como dicen los yankees, «mandatory»). Lo que les cuento sobre la Marca Personal no es una majadería de un «chalao» al que le ha dado por ahí. No estoy diciéndoles que se pongan a hacer cosas para hacerse millonarios, es algo más urgente, la pura supervivencia.

En realidad, me importa un pito el que se llame Branding Personal, Posicionamiento Profesional o de otro modo. Si te da «yuyu» el concepto, invéntate otro, pero ¡levanta el culo, joder!. Lo fundamental es que hay que sacar las pocas fuerzas que te quedan para empezar a moverte. Especialmente ahora que te sobra el tiempo.

Es desesperante ver como profesionales tan válidos van quedando en la cuneta. Me dan ganas de abofetearles para que espabilen. Pero el problema no son las herramientas sino esa masa gris que tienen entre sus orejas.





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