Lecciones Aprendidas XXVIII: ¿Mujeres Liberadas?

Me gustaría poder decir que siempre que hablo a un grupo de gente todo me sale perfecto y que siempre tengo un éxito rotundo de crítica y público. Pero, afortunadamente, no es así. Digo afortunadamente porque en los momentos en los que cometes errores es cuando te obligas a replantearte algunas cosas y a ajustar la forma de hacer tu trabajo. Y eso te obliga a mejorar.

En algunas ocasiones todo encaja, hay sintonía y tienes un día lúcido. En otras, las cosas salen simplemente correctas. En algunas todo se tuerce y deseas que te trague la tierra.

La pasada semana me invitaron a hablar a un grupo de mujeres que ocupan puestos de responsabilidad en empresas (muy) importantes. Estaba planteado como una reunión de amigas a la que yo había sido invitado para hablar de Marca Personal. Había dos elementos comunes entre todas las asistentes, el primero era obvio, todas eran mujeres. El segundo era que todas eran directivas que se sentían orgullosas de haber alcanzado puestos de responsabilidad. Pensé que sería una buena oportunidad de hablarles del Branding Personal como herramienta para fortalecer su identidad personal y profesional. Pero me equivoqué.

Empecé explicándoles como estaban cambiando las cosas. Cómo se estaban rompiendo los vínculos entre empresas y profesionales. Cómo estaba el mercado y lo mal que lo estaba pasando mucha gente. Pero en sus miradas vi que no entendían nada. Daba la sensación de que el paro, los mileuristas o los contratos basura eran cosa de otro planeta. Para ellas, mujeres profesionales «de éxito», con sus coches de empresa y sus despachos enmoquetados, lo que les decía era algo que no les ocurriría nunca, porque habían «triunfado».

Y esa fue la mayor lección que aprendí ese día: No intentes ayudar a mejorar o a cambiar a quién no tiene ningún interés en hacerlo. Si ya es dificil conseguir que alguien se ponga en marcha, es mucho más dificil cuando esa persona considera que vive en el mejor de los mundos posibles y que siempre va a seguir así.

La depresión total me llegó cuando les hablé de las herramientas de visibilidad. Les expliqué que cualquier profesional tiene actualmente la posibilidad de comunicar su trabajo y su identidad a todo el mundo. Y ahí se me echaron encima. No podían concebir que su trabajo, su producto, su contribución no estuviese asociada a la empresa que les pagaba la nómina.


No les estaba diciendo que filtrasen secretos oficiales ni que utilizasen a su empresa para medrar. Lo que les decía era que cualquier profesional debe posicionar su Marca Personal y transmitir su valor independientemente de la organización que le pagase el sueldo en ese momento. Lo que les trataba de comunicar era que fuera del horario de trabajo nadie debería decirles lo que tienen que hacer y que si les convenía dar una conferencia, escribir un artículo o crear un blog, solo ellas deberían decidirlo. Pero no, consideraban que eso era una traición. Me decían vehementemente que eso es ir en contra de sus empresas.

  • Les parecía una aberración tener una tarjeta profesional que no tuviese el logo de su organización.
  • No eran capaces de entender que, aunque ahora viven muy bien, el día menos pensado van a verse en la calle.
  • No se daban cuenta de que su valor como profesionales, su Marca Personal, reforzaría la marca de la organización en la que trabajaban.
  • No entendían que un/una profesional depende de sí mismo/a. Que no puede poner su vida o su carrera en manos de otro. Porque si eso falla, todo su tinglado se cae.
  • Les parecía deshonesto no unir su nombre al de su empresa, pero no tenían reparo en reconocer que era esa misma empresa la que les hacía valiosas para el mercado y que se aprovechaban de eso. Muy triste…

Lo reconozco, salí muy mosqueado y deprimido, pero no por mí sino por ellas. Me dió la sensación de que detrás de ese orgullo de género solo había una continuación de la dependencia contra la que muchas mujeres han luchado.

En realidad no vi mujeres independientes o profesionales libres. Lo que me encontré fue un grupo de personas que habían dejado de ser LA SEÑORA DE… para convertirse en LA EMPLEADA DE… Las joyas, los caprichitos y la dependencia habían sido sustituidos por otras cosas. Nos parece extraño y peligroso el que algunas mujeres lleven un burka que les oculte de las miradas, pero asumimos como normal el que mujeres civilizadas decidan sustituir su identidad por la de una corporación.

A veces me meto con mi amiga Patricia Araque por su «militancia», pero creo que personas como ella realizan una labor por la independencia de las mujeres mucho más importante que la de un centenar de «mujeres directivas» casadas con su marido empresa.

Afortunadamente La Red está llena de mujeres que piensan por sí mismas (Mertxe, Isabel,…), que tratan de cambiar las cosas y sobre todo, que tienen su Marca Personal y no dependen del logo de la empresa que aparece en su tarjeta. Ellas no tienen que utilizar el nombre de una empresa para justificar su valor porque tienen uno mucho más valioso, el suyo propio. Puede que no tengan un AUDI de empresa o un bonus a final de año, pero tienen algo mejor, una identidad propia.





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