Lo sentimos, hay sobrecarga en la red

Hace unos días murió J.D. Salinger. Ayer vimos que Amancio Ortega está entre las diez personas más ricas del mundo. Ambos tienen una cosa en común, la búsqueda del anonimato.

Suele ser habitual que cuando un profesional empieza a tener un cierto grado de notoriedad por su trabajo, empiece a limitar o seleccionar sus apariciones en público. En lugar de estar en todas partes, lo correcto para una Marca Personal es escoger aquellas ocasiones que mejor se ajusten a su posicionamiento.

Se que soy un poco cansino con esto de la crítica a las herramientas online como forma de generar visibilidad, pero mi experiencia me indica que no voy desencaminado.

Hasta hace pocos años, un buen profesional obtenía notoriedad y una buena reputación mediante el trabajo eficaz y constante en el tiempo. Es cierto que algunos buenos profesionales quedaban ocultos o otros menos valiosos se llevaban algunas medallas. Pero ningún sistema es perfecto.

Desde el boom de Internet y especialmente con la dospuntoceromanía, se ha intentado dar la vuelta a la tortilla. Parece que primero te haces visible y conocido y luego ya encontrarás la forma de demostrar que eres bueno en lo tuyo.
Supongo que este sistema funciona porque es fácil obtener cierta popularidad online. Pero como pocas veces eso se convierte en negocio, casi nunca tienes que pasar por el mal trago de hacer lo que dices que haces. Así que, consigues ser conocido pero no reconocido.

En realidad lo que ocurre con La Red es algo que ya hemos visto antes. Algunos ejemplos.

Hasta los años sesenta, los actores y actrices de cine eran estrellas. Eran personajes míticos que solo podíamos ver en la pantalla y en las grandes fiestas de lujo. Esa lejanía, esa liturgia, es algo que se ha gestionado muy bien desde cualquier tipo de poder. En las últimas décadas, esos personajes se han «democratizado». Ahora podemos ver sus miserias o charlar con ellos o todo a la vez.

Hasta hace un par de décadas, había algunas carreras universitarias que te solucionaban la vida. Arquitecto, médico, ingeniero. En este momento en el que cada ciudad pequeña tiene una universidad (o varias), los títulos han perdido casi todo su valor y credibilidad. En realidad, cuando terminas la carrera es cuando empiezas a aprender lo que has olvidado los años anteriores.


Cuando coger un avión era algo que pocos podían permitirse, aquellos que iban de vacaciones al otro lado del Atlántico eran unos privilegiados. En este momento, cualquiera puede pasarse un fin de semana en El Caribe igual que antes se iba a Andorra a comprar relojes, queso y mantequilla. Por eso, cuando los amigos tratan de enseñarte sus fotos en Punta Cana, sales huyendo.

Cuando todo el mundo tiene acceso a algo previamente escaso, eso deja de tener valor. Con la visibilidad en Internet, ocurre igual.
Creo que es necesario mantener la visibilidad justa. Ser tremendamente popular no es necesariamente bueno, salvo que que quieras aparecer en los programas del corazón.
Cada día estoy más convencido de que el uso que debe dar un profesional a las herramientas online deben ser diferentes a la forma en que se está haciendo.

Se que esto es una blasfemia para los dospuntocerofanáticos, pero creo que, para un profesional, La Red debe ser un escaparate, no un lugar de conversación.
Internet debe ser un medio en el que se expongan tus logros, lo que ofreces, los beneficios de trabajar contigo.
Siempre es bueno escoger herramientas de visibilidad (online u offline) que aporten valor. Un folleto en pdf puede sustituir a CV, un video puede ser más eficaz que una reunión de ventas, un post puede generar más confianza que una entrevista de trabajo, una ponencia «en vivo» puede generar más sintonía que esa misma presentación en Slideshare. Pero hay que tener una estrategia adecuada.
Ofrecer contenido valioso de forma controlada es mucho más eficaz que lanzar frases sueltas o citas de personajes célebres sacadas de contexto.

Puede ser muy satisfactorio ver como aumenta tu cifra de «followers» o «amigos», pero ¿Cuántos de ellos van a aportar algo a tu negocio? ¿Cuántos van a convertirse en clientes? ¿Cuál es el coste de oportunidad de dedicar tu tiempo a generar unos impactos tan poco rentables? ¿No sería mejor irte a una boca de metro y repartir octavillas como las de esos curanderos africanos que prometen solucionarte todos tus problemas?

Mis clientes siempre se han convertido en amigos, pero mis «amigos» online casi nunca se han convertido en clientes.
Yo que jamás he sido un fanático de nada, ahora soy bombardeado por estúpidas propuestas para hacerme fan de personas e ideas que ni conozco ni me interesan.

Cuando alguien hace críticas a lo dospuntocero, siempre aparecen «expertos» que dicen cosas como: «Pues no lo usarás bien», «Pues no seguirás a suficiente gente», «Pues no tendrás claros tus objetivos», «Menudo gilipollas, pues eso es que no te enteras de que va esto»…
Pero nunca, nadie me ha dado argumentos convincentes y pruebas irrefutables de éxito. ¿Cuanta gente ha encontrado trabajo gracias a Twitter? ¿Cuantos clientes has conseguido gracias a Facebook? ¿Cuantas leyes ha cambiado Ahmadineyad o Sinde por la presión twittera?

Quizás estoy sufriendo un proceso de Salingerización, pero lo que es seguro es que hay sobrecarga en la red.





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