Imágenes veraniegas (final): Calidad y cantidad, vacación y vocación

Este es un comentario muy personal, quizá demasiado y precisamente por eso no espero que sea demasiado compartido, pero me apetece sacar lo que tengo dentro.

Uno de los mayores beneficios de trabajar como Agente Libre es el de disfrutar más de las personas que quieres.
Mis amigos se sorprenden de la relación que tengo con mi hija. Creo que pocos padres (varones) tienen la suerte de poder disfrutar (y a veces sufrir) tanto tiempo con ella. Poder trabajar donde quiero y como quiero me está permitiendo darme cuenta de que es posible vivir de otra manera. Y al mismo tiempo ayudar a otros.

Esto que suena tan bonito (y lo es) tiene un precio. Y en ocasiones parece que no vas a poder pagarlo. Cuando quieres ir por tu cuenta, cuando quieres ser independiente y vivir de lo que produces tu solito, cuando dejas de ser recolector (de nómina) para convertirte en cazador (de negocio), hay momentos difíciles.

Y si, me refiero a algo tan prosaico como el dinero. Para mi, el auténtico emprendedor es aquel que no tiene dinero «de familia», el que cuenta con recursos financieros muy escasos o nulos para poner en marcha su idea pero lo compensa con trabajo e ilusión.

Esto implica que debes gestionar mejor el resto de tus recursos, tiempo, energía, información y sobre todo, los apoyos familiares y personales. Durante un tiempo vas a tener que «tomar prestados» algunos de esos recursos inmateriales para poner en marcha algo que esperas que algún día compensará con creces los sacrificios realizados.

Pero eso tiene un efecto colateral positivo. Cuando haces un recuento de lo que tienes y de lo que te falta te das cuenta de que no necesitas mucho y de que tienes más de lo que piensas. De que puedes prescindir de muchas cosas materiales. Si tienes el apoyo de las personas que quieres, lo demás deja de ser una preocupación. Muchas de las «necesidades» que tenías cuando estabas cobrando una nómina, dejan de ser importantes.


Este es uno de los efectos que se producen cuando crees en una idea pero también cuando creas una Marca Personal.
Creer y Crear, es curioso como se juntan aquí estas dos palabras tan parecidas.

Para crear tu marca, has de hacer un análisis serio de cuales son tus prioridades, tus recursos, tus objetivos. Este tipo de reflexiones no las hacemos con demasiada frecuencia. Por eso, en muchas ocasiones veo que quienes empiezan a desarrollar su Marca Personal, se sorprenden al descubrir que las cosas que consideraban imprescindibles, ya no lo son tanto. Lo que ocurre es que cuando optimizas tus recursos más escasos, sacas de tu «mochila» las cosas que más pesan, el lastre que te retrasa, vas más rápido, te cansas menos y te preocupas muy poco de lo que puedas perder.
Cuando llegues a la meta, ya habrá tiempo de volver a llenarla de cosas inútiles.

De todos modos, no soy un místico, más bien al contrario, soy pragmático, soy de ciencias. Quiero vivir bien. Todo emprendedor quiere ganar dinero. Es más, debe querer ganar dinero porque es una forma de recompensar su trabajo y porque es una motivación importante. Cuando se trabaja «gratis», el chiringuito se desmorona pronto.
Y eso implica tener muy poquitas cosas pero que nadie (¡nadie!) regala. La tranquilidad cuesta dinero, la falta de preocupación por el futuro inmediato que te proporciona un salario fijo no es gratis, tiene un coste dificil de valorar a corto plazo, la felicidad de la familia no es algo abstracto, los pañales no los regalan, la persona que arregla la lavadora no trabaja por amor al arte.

Como dice mi amigo Jose Ballesteros, aunque siempre se hable de calidad de vida, también hay que tener el cuenta la cantidad de vida. No quiero que a los años que voy a estar en este mundo le ocurran lo mismo que a esos platos «de diseño» de cocineros de moda, que son exquisitos pero los puedes tomar en contadas ocasiones y siempre te quedas con hambre porque son enanos.





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