¿Científico loco o hágase rico en un año?

En algunas películas antiguas de terror, solía aparecer el personaje de científico loco. Era el típico tío cuya única manera de probar sus teorías era inyectándose sus fórmulas milagrosas. Eso siempre solía acabar mal. Pero me parecía una forma más honesta de hacer ciencia que practicar con otros.

Ultimamente, en el mundo de los libros de autoayuda y management (¿no se parecen cada vez más?) están surgiendo muchos científicos locos de los del segundo tipo. De los de «mira, yo digo que esto funciona, así que pruébalo y me cuentas». Ya no tienen títulos tan descarados como «Hagase rico en un año» pero en el fondo siguen diciendo lo mismo. Creo que todos nos hemos hecho la misma pregunta, «Si es tan facil ¿Porqué pierde el tiempo escribiendo libros?». O lo que es lo mismo ¿Porqué no prueban su propia medicina?

Yo no me considero consultor porque no tengo fuerza moral para decir a nadie como debe dirigir su empresa sin haber pasado yo mismo por esa experiencia.
Sin embargo, me considero capacitado para explicar a otros como gestionar la microempresa unipersonal YO S.A. porque he conseguido hacerlo yo mismo. ¿Como podría decir a otros que se puede conseguir si yo lo hubiese intentado? Aunque reconozco que hace dos años no lo tenía nada claro.

Reconozco que es dificil tomar la decisión. Yo tuve la suerte de «ser tirado a la piscina» en la última empresa en la que estuve tras una reestructuración. Si no hubiese sido así, posiblemente seguiría esperando treinta años a que llegase mi jubilación. Pero también tengo que reconocer que recibí con alivio la noticia porque hacía tiempo que llevaba dándole vueltas a una idea y no tenía valor para dar el paso.

En un momento así, sabes que tienes cargas familiares, una hipoteca y todas esas cosas. Te preocupas. Tienes la tentación de ponerte a enviar curriculums como loco. Piensas que no tienes nada, incluso que no vales nada. Uno de los efectos de la exposición prolongada a un puesto de trabajo en una organización, es la desaparición de la autoestima. Sin embargo te equivocas. Tienes mucho y vales muchísimo.


  1. Tienes un objetivo claro. ¿Lo tienes?
  2. Tienes claras las razones que te empujan a conseguirlo. ¿Las tienes?
  3. Tienes unos conocimientos y una experiencia de la que solo has utilizado una pequeña parte. ¿Has hecho inventario?
  4. Tienes más recursos de los que te piensas. Amigos, familia, algunos ahorrillos (pocos o ninguno), tiempo, ilusión, un local de reprografía a tres calles de tu casa, muchas ganas y lo más importante, muchas ideas, un teléfono y un Pentium III a 400 MHz con una conexión ADSL. ¿Lo sabías?
  5. Tienes unos valores y unas creencias que te empujan y en algunos casos te limitan («no puedo», «es imposible», «soy insignificante») ¿Los tienes claros?
  6. Tienes unos atributos por los que eres percibido y valorado ¿Coinciden con los que tu piensas?
  7. Tienes algo que el mercado necesita aunque ni tu ni el mercado lo sepais todavía. ¿De que se trata?
  8. Tienes muchas opciones para darte visibilidad y conocer gente realmente interesante. ¿Sabes que actualmente hay formas baratas o gratuitas de llegar a quienes te interesan?
  9. Tienes capacidad para elaborar una estategia rudimentaria que te marque los pasos. ¿Tienes lapiz y papel?
  10. Tienes formas de medir tus progresos. ¿De que otra forma podrás celebrar tus éxitos?

Evidentemente, con esos recursos no vas a poder crear una compañía aérea, ni una cadena de restaurantes, ni una empresa de telefonía movil, pero hay muchas otras necesidades por cubrir.

Hoy lo puedo decir porque he actuado como el científico loco (en el sentido literal y figurado). He probado la medicina y puedo afirmar que funciona. Tengo la fuerza moral para decirlo. No puedo asegurar que sea posible hacerse rico en un año porque ni lo he conseguido ni lo he intentado. De momento, lo que quería era probar esa extraña y agradable sensación de ser tu propio jefe y de que te paguen por hacer algo que te gusta y que es útil a los demás.

No se cuanto tiempo durará esto. Ni siquiera tengo claro que no tenga que volver a negociar harina, pañales y gaseosa durante un tiempo. Pero lo que si se es que cuando te inoculas el virus ya no hay antídoto que lo destruya y cada vez que salga la luna llena te transformarás en lobo emprendedor.

Eso si, las cosas no salen solas. Hace falta esfuerzo. Un esfuerzo que se suaviza mucho porque eres tú el que toma las decisiones, aunque en algunos momentos llega a ser insoportable. No hay nada parecido a esos aparatos de la teletienda que te ponen cachas solo con pegarte unos electrodos. Aquí el músculo te lo curras tú.

No te digo que hagas el triple salto mortal, pero al menos empieza a aprender a nadar.





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