La revolución de los profesionales. El movimiento Marca Propia.

Está claro, si queremos cambiar la forma de trabajar en este país, la revolución debemos empezarla nosotros, los profesionales y empresarios de mentalidad joven (aunque tengas 80 años).
Esta claro que la clase dirigente y directiva más casposa hace mucho tiempo que se ha olvidado de hacer algo más que de cobrar el «bonus» para pagar su cuota del club de golf y que ha tirado la toalla (supongo que en el vestuario de su gimnasio ultramoderno y «cool») y pretenden seguir viviendo de las rentas a costa del trabajo y de las horas de quienes sostienen los niveles inferiores de la pirámide.
Me refiero a aquellos que confunden el balance de la vida personal y profesional con un nuevo tipo de informe financiero.
A esos que los únicos valores que conocen son los que cotizan en bolsa.
A los que creen que su única misión en la vida es dar valor al accionista y convertir a su empresa en la líder de su mercado.
A los que confunden la bolsa con la vida y viceversa.
A quienes creen que la jornada intensiva significa que se han de trabajar muchas más horas.
En esa clase de «masters del universo» incluyo a quienes han ido a escuelas de administración y dirección de empresas de prestigio sin haber hecho ni siquiera un intento de crear su propio negocio, excepto en el ejercicio de final de curso. También incluyo a los dirigentes sindicales que hace años que olvidaron a quienes se supone que deben proteger. Esos sindicatos que se han olvidado de todos, especialmente de los sufridos mandos intermedios y trabajadores de «cuello blanco» quienes quizás por llevar corbata podría parecer que viven en casas de siete dormitorios con piscina individual. ¿O es que creéis que a un sindicato le va a hacer mucha gracia que pensemos como seres individuales, con ambiciones, objetivos e iniciativa propia como propone el «Personal Branding»?
Hay una multitud silenciosa y trabajadora que no hace ruido, que no sale en la prensa, excepto cuando hay despidos multitudinarios y expedientes de regulación de empleo en grandes multinacionales. Esos profesionales no queman neumáticos en las autovías, no paralizan una ciudad negándose a trabajar o ponen silicona en las cerraduras. Una multitud de profesionales formados y de altísimo nivel que al igual que el Príncipe Carlos de Inglaterra a este paso nunca llegará a reinar.
Es hora de hacer la revolución silenciosa. De destronar a monarcas y emperadores caducos en las empresas. De demostrar de lo que somos capaces. De olvidar el dar tú vida personal y profesional por amortizada a los cuarenta y tantos porque todos tus sueños hace tiempo que se han perdido entre las facturas de la hipoteca. De dejar de perder la vida detrás de una pantalla de ordenador esperando que den las tantas porque al inútil de tu jefe con mentalidad de funcionario de la posguerra le «pone cachondo» verte ahí y le mejora la evaluación anual ante sus propios superiores (la propia palabra repele).
Tampoco creo en ir donde se celebren las cumbres político-económicas mundiales a tirar huevos o piedras a un McDonalds o a una tienda Nike. Esos que lo hacen, dentro de diez años estarán en los mismos despachos enmoquetados de quienes los ocupan ahora, y que presumen del dichoso mayo del 68, que seguramente solo conocieron en los documentales.
Mientras se siga considerando a los profesionales como «recursos humanos» iremos perdiendo competitividad en nuestras empresas. ¿Cuándo se van a dar cuenta de que los profesionales somos personas? ¿Qué las personas tenemos múltiples facetas y potenciales extraordinarios? ¿Cuándo van a caer del burro y van a enterarse de que lo que es bueno para los profesionales, también lo es para las empresas?
Cuando hablo de clase dirigente me refiero sobre todo a esos gestores profesionales que han llegado a donde están a base de títulos en universidades anglosajonas, de tragarse el orgullo hasta olvidarse de quienes son y de perder su dignidad por un plato de lentejas hasta convertirse en seres incapaces de ver más allá de sus narices.
A esos que no saben como se saca un abono de transporte o por donde se mete el billete de metro.
A esos que dirigen empresas que no tienen un dueño, un empresario con cara y ojos, solo una junta de accionistas difusa en Madrid, Londres, París, Tokio o Los Ángeles que solo quiere su dividendo anual y si no les gusta lo que les ofreces te cierran el chiringuito. Eso si, con la aquiescencia del sindicato.
Sin embargo, creo que hay una clase de empresarios que arriesgan su dinero y su tiempo, que saben lo que son los negocios, que posiblemente no tengan un MBA o ni siquiera una licenciatura, pero que tienen algo mucho más importante, el conocimiento de las personas, de lo que son capaces y de a donde quieren llegar.
Empecemos la revolución, poco a poco, silenciosamente, pero sin tregua.
Es muy sencillo, trata de sacar lo mejor de ti mismo y ponlo a disposición de una causa justa. Elige a las empresas que te van a ayudar a ser tu mismo y manda a la mierda a aquellas que solo quieren que trabajes hasta que caigas agotado (¿No hacían eso mismo en los campos de concentración?), o te de un ataque al corazón o te pidas una baja por maternidad y te digan que no vuelvas. Si no encuentras ninguna, plantéate montártelo por tu cuenta. No digo hoy ni mañana, pero empieza a planear la forma de salir de ese agujero, de conseguir lo que quieres y luchar por convertirte en aquello en lo que quieres. No dejes que te moldeen.
Personalmente, en este proyecto, tengo tres objetivos, ganarme la vida, divertirme y hacer algo por los demás. Posiblemente no consiga la primera, pero os aseguro que voy a luchar por los otros dos.
Estoy recibiendo muchas palabras de ánimo por parte de profesionales de muchos lugares. Creo que solo he encendido la mecha, pero la revolución la vamos a hacer todos. Por mi parte voy a poner todos los medios de los que dispongo (que no son muchos, la verdad).
Me gustaría contar con las ideas de todos aquellos que crean que las personas somos mucho más que «medios de producción» y que la vida incluye también a la familia, los libros, los amigos, las puestas de sol o una tarde tranquila de conversación. Se me ocurren algunas cosas pero creo que hay que aprovechar los medios con que contamos y empezar a crear una red con la que compartir todo esto.
Todos podemos salir ganando pero me temo que la revolución debe partir del interior del sistema, igual que ocurrió en los países del Este tras la caída del muro.






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